Debo admitir que antes de este viaje me costaba entender porqué los latinos creaban comunidades en un país al que la mayoría de ellos habían decidido venir a aprender inglés. Es decir, si el propósito es hablar inglés, al estar involucrado activamente en un grupo donde solo se habla español, el inglés a practicar será casi nulo.
Una vez se está aquí rodeado de caucásicos, angloparlantes que parecen sacados de un capítulo de "The Flash" o de una foto de "GAP" o "Zara", entendí el porqué: La sangre llama y la tierra hala.
Es sumamente humano buscar lo que es bien conocido y regresar a lo que genere un sentido de paz y pertenencia. Por eso, encontrar un colombiano es casi como encontrar un tesoro.
Después de tener la oportunidad de hablar y compartir experiencias con cada uno de ellos, he descubierto que este país "no perdona colombiano"... Todos han tenido que llegar, dejar los diplomas a un lado y con los guantes bien puestos, agarrar un trapero y trabajar como "cleaners".
Claramente, este colombiano no podía ser la excepción a la regla. Intenté trabajar cuidando niños, dando clases de canto, usando mi habilidad organizacional... y nada resultó... Hasta el día en que la señora que limpiaba la casa de las personas con quien vivo por diferentes problemas de salud no pudo seguir desempeñando su labor, lo que dejaba una vacante libre para que cualquiera en el "ejército de reserva" la tomara.
Los Simpson, quienes amablemente me abrieron las puertas de su casa y quienes generosamente hasta el día de hoy ven por la mayoría de mis gastos en Sydney, me preguntaron si me interesaba tomar el lugar de esta persona. No tuve que pensarlo mucho y decidí hacerlo desde el día siguiente.
Debo aclarar que no puedo quejarme del único trabajo que conseguí. Es realmente bien pago y a comparación de lo que tienen que hacer los "cleaners" profesionales, ¡mi trabajo es un sueño!
Lo duro no fue limpiar, finalmente mi mamá me entrenó bien para la vida y siempre me hizo saber que un día sería un esposo y papá y debía poder cuidar de una casa.
Lo realmente duro fue empezar a limpiar mi mente y corazón. Las preguntas y los interrogantes no dieron espera y como una avalancha inundaron mi mente y ahogaron mi corazón en culpa y lamento: ¿A esto había venido?, ¿Estaría perdiendo mi tiempo?, ¿Habría tomado una mala decisión al dejar mi trabajo de servir a Dios tiempo completo para limpiar una casa?.
Cada pregunta parecía pesar una tonelada... me hacían sentir diminuto e insignificante. ¿Por qué? Porque desafortunadamente le había entregado el poder a lo que hacía de determinar quien era. ¡Qué gran error! Entregar este poder a variables que no puedo controlar es equivalente a colocar una AK-47 cargada en las manos de un niño de 2 años. El resultado siempre va a concluir en catástrofe.
Por el privilegio y la responsabilidad que tengo como director de alabanza en Colombia, las personas en su mayoría creen cosas buenas acerca de mí y me las hacen saber. Si empezara a creer en todas estas hermosas palabras y halagos más que en las palabras de Dios, me haría una persona orgullosa y olvidaría que fui hecho con una profunda necesidad de Dios y de su perfección (porque ciertamente algo no soy, y es perfecto).
Sydney marca una situación totalmente opuesta. Nadie me conoce, me habla o me escucha además de mis guantes, la escoba, y el "churrusco" para lavar baños. Y si seguía oyendo lo que decían de mí, terminaría renunciando a lo que Dios había ganado para mí en la cruz. Había olvidado que estas cosas son pasajeras y no tenían más poder sobre mi vida que el que yo mismo les otorgara.
Una de las lecciones más importantes que he aprendido (y que tendré que seguir reforzando) es que lo que hago no determina lo que soy, sino que lo que soy determina lo que hago. Y lo que soy fue determinado por Jesús desde la eternidad y afirmado con broche de oro en una cruz.
No importa si lo que tengo en las manos es un micrófono o una esponjilla, lo que importa es lo que Él dice de mí. Y mis dones, cuenta bancaria, logros académicos o laborales no lo impresionan. Es mi corazón lo que él desea y lo que ha decidido redimir, limpiar, santificar y prosperar.
Jesús es el "Cleaner" más poderoso registrado en la Biblia. Él lo hizo y su santidad, poder, divinidad, gloria e identidad, no se vieron comprometidas. Y si él pudo hacerlo (siendo 100% Dios, pero también 100% hombre) ¡yo también!
Juan 13:3-5:
Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
¿Qué tienes en tu mano que te grita constantemente mentiras acerca de tu naturaleza?
¿Qué te ha hecho olvidar lo que Dios dice de ti?
¿Hay algo más fuerte y poderoso que el sacrificio de Jesús en la cruz?
Es tiempo de volver a lo más básico de nuestra fe y recordar que no se trata de lo nosotros hacemos sino de lo que Jesús hizo por nosotros.
Cuando llegue a Bogotá seré el hombre más diestro en los quehaceres domésticos que existe, digno de la honra y admiración de su esposa e hijos (Eh, eh, epa Hen-ri-to; Eh, eh, epa Hen-ri-to) jajaja.