lunes, 27 de junio de 2016

"CLEANER"

A lo largo de mis casi 4 semanas en Sydney he tenido la oportunidad de conocer varios colombianos.

Debo admitir que antes de este viaje me costaba entender porqué los latinos creaban comunidades en un país al que la mayoría de ellos habían decidido venir a aprender inglés. Es decir, si el propósito es hablar inglés, al estar involucrado activamente en un grupo donde solo se habla español, el inglés a practicar será casi nulo.

Una vez se está aquí rodeado de caucásicos, angloparlantes que parecen sacados de un capítulo de "The Flash" o de una foto de "GAP" o "Zara", entendí el porqué: La sangre llama y la tierra hala.

Es sumamente humano buscar lo que es bien conocido y regresar a lo que genere un sentido de paz y pertenencia. Por eso, encontrar un colombiano es casi como encontrar un tesoro.

Después de tener la oportunidad de hablar y compartir experiencias con cada uno de ellos, he descubierto que este país "no perdona colombiano"... Todos han tenido que llegar, dejar los diplomas a un lado y con los guantes bien puestos, agarrar un trapero y trabajar como "cleaners".

Claramente, este colombiano no podía ser la excepción a la regla. Intenté trabajar cuidando niños, dando clases de canto, usando mi habilidad organizacional... y nada resultó... Hasta el día en que la señora que limpiaba la casa de las personas con quien vivo por diferentes problemas de salud no pudo seguir desempeñando su labor, lo que dejaba una vacante libre para que cualquiera en el "ejército de reserva" la tomara.

Los Simpson, quienes amablemente me abrieron las puertas de su casa y quienes generosamente hasta el día de hoy ven por la mayoría de mis gastos en Sydney, me preguntaron si me interesaba tomar el lugar de esta persona. No tuve que pensarlo mucho y decidí hacerlo desde el día siguiente.
Debo aclarar que no puedo quejarme del único trabajo que conseguí. Es realmente bien pago y a comparación de lo que tienen que hacer los "cleaners" profesionales, ¡mi trabajo es un sueño!

Lo duro no fue limpiar, finalmente mi mamá me entrenó bien para la vida y siempre me hizo saber que un día sería un esposo y papá y debía poder cuidar de una casa.
Lo realmente duro fue empezar a limpiar mi mente y corazón. Las preguntas y los interrogantes no dieron espera y como una avalancha inundaron mi mente y ahogaron mi corazón en culpa y lamento: ¿A esto había venido?, ¿Estaría perdiendo mi tiempo?, ¿Habría tomado una mala decisión al dejar mi trabajo de servir a Dios tiempo completo para limpiar una casa?.

Cada pregunta parecía pesar una tonelada... me hacían sentir diminuto e insignificante. ¿Por qué? Porque desafortunadamente le había entregado el poder a lo que hacía de determinar quien era. ¡Qué gran error! Entregar este poder a variables que no puedo controlar es equivalente a colocar una AK-47 cargada en las manos de un niño de 2 años. El resultado siempre va a concluir en catástrofe.

Por el privilegio y la responsabilidad que tengo como director de alabanza en Colombia, las personas en su mayoría creen cosas buenas acerca de mí y me las hacen saber. Si empezara a creer en todas estas hermosas palabras y halagos más que en las palabras de Dios, me haría una persona orgullosa y olvidaría que fui hecho con una profunda necesidad de Dios y de su perfección (porque ciertamente algo no soy, y es perfecto).

Sydney marca una situación totalmente opuesta. Nadie me conoce, me habla o me escucha además de mis guantes, la escoba, y el "churrusco" para lavar baños. Y si seguía oyendo lo que decían de mí, terminaría renunciando a lo que Dios había ganado para mí en la cruz. Había olvidado que estas cosas son pasajeras y no tenían más poder sobre mi vida que el que yo mismo les otorgara.

Una de las lecciones más importantes que he aprendido (y que tendré que seguir reforzando) es que lo que hago no determina lo que soy, sino que lo que soy determina lo que hago. Y lo que soy fue determinado por Jesús desde la eternidad y afirmado con broche de oro en una cruz.

No importa si lo que tengo en las manos es un micrófono o una esponjilla, lo que importa es lo que Él dice de mí. Y mis dones, cuenta bancaria, logros académicos o laborales no lo impresionan. Es mi corazón lo que él desea y lo que ha decidido redimir, limpiar, santificar y prosperar.

Jesús es el "Cleaner" más poderoso registrado en la Biblia. Él lo hizo y su santidad, poder, divinidad, gloria e identidad, no se vieron comprometidas. Y si él pudo hacerlo (siendo 100% Dios, pero también 100% hombre) ¡yo también!

Juan 13:3-5:

Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.


¿Qué tienes en tu mano que te grita constantemente mentiras acerca de tu naturaleza?
¿Qué te ha hecho olvidar lo que Dios dice de ti?
¿Hay algo más fuerte y poderoso que el sacrificio de Jesús en la cruz?

Es tiempo de volver a lo más básico de nuestra fe y recordar que no se trata de lo nosotros hacemos sino de lo que Jesús hizo por nosotros.

Cuando llegue a Bogotá seré el hombre más diestro en los quehaceres domésticos que existe, digno de la honra y admiración de su esposa e hijos (Eh, eh, epa Hen-ri-to; Eh, eh, epa Hen-ri-to) jajaja.





martes, 21 de junio de 2016

CUANDO LA COPA NO REBOSA

Después de haber soñado durante 19 años con conocer Australia, el 25 de junio de 2015 fue la fecha en la que tan anhelado sueño se hizo realidad.

Al final de 20 días en el país, renació en mí el deseo de vivir un tiempo fuera de Colombia por una temporada, sueño que había enterrado después de graduarme de la universidad y entrar en la rutina laboral normal de la vida.

Luego de discutir la idea con las personas más cercanas a mí y recibir su apoyo y aprobación, decidí emprender el largo camino burocrático que exige salir del país: recolectar innumerable cantidad de documentos que soportaran lazos fuertes con mi lugar de nacimiento, visitar las oficinas del consulado australiano en Bogotá, ahorrar para vivir un tiempo mientras establecía un par de actividades para mi sostenimiento en una nueva ciudad, enviar decenas de correos electrónicos, tener conferencias por Skype con personas que había conocido durante mi primer viaje, iniciar el proceso requerido para recibir una licencia laboral...

En abril de este año todo lo necesario para viajar convergió en un línea perfecta, dándome la oportunidad de salir del país el 1 de junio, durante tres meses.

Con una maleta llena de sueños y otra con 23 Kg de ropa de invierno, café y muchos discos de "Su Presencia" me embarqué en lo que en mi mente sería el viaje de mi vida. No había una mínima oportunidad de que fuera algo menos que eso, había repasado el plan en mi mente una y otra vez y no había chance de que algo saliera mal.

Las primeras horas no pudieron ser mejores. Tuve las mejores sillas que alguien en clase turista podría tener (En el plan se incluía un "upgrade" a primera clase y aunque no sucedió, aun tengo dos vuelos de regreso a Colombia).

Los primeros días fueros extraños y no corrían según lo pensando y arreglado por correo electrónico en Colombia, pero guardaba la esperanza de que todo se ajustara con el pasar del tiempo.

Las dos primeras semanas no fueron otra cosa más que una serie de eventos no planeados y opuestos a los esperados: Los trabajos prometidos, eran solo eso... promesas, las playas estaban heladas a causa de un invierno prematuro, los suculentos platos con los que había deleitado mis ojos en redes sociales por un año entero, eran imposibles de pagar con los devaluados pesos que traía en mi bolsillo. De repente el sueño se convirtió en pesadilla.

Cuando me di cuenta de esto, mi primera reacción fue sencilla: llamé a la aerolínea donde había comprado los tiquetes preguntando si podía regresar la primera semana de Julio a Colombia. No quería estar un minuto más fuera de la ilusión que había construido en el imaginario y que parecía desvanecerse como arena entre los dedos.

¿Cómo era posible que después de ver milagro tras milagro para estar en Australia, todo saliera mal?

Al venir creía que el Salmo 23:5 sería la banda sonora de mi viaje:

Me preparas un banquete

en presencia de mis enemigos.

Me honras ungiendo mi cabeza con aceite.

Mi copa se desborda de bendiciones.
Ciertamente las primeras dos semanas no parecieron como una copa que desbordaba de bendición, sino un capítulo especial de "El peor día de tu vida".

Un día mientras caminaba y peleaba con Dios acerca de lo que había salido mal en el viaje, mis ojos fueron abiertos y mis oídos escucharon La voz: "Puede que tu copa no esté rebosando, pero hay algo en ella. Es tu decisión si la ves medio llena o si la ves medio vacía". Un rayo de luz irrumpió la oscuridad de mi mente y el desánimo que había llenado mi corazón, la voz de Dios estaba en lo cierto (como es lo usual). 

Las cosas no estaban saliendo como esperaba, pero no significaba que estuvieran mal, solo eran diferentes.
De repente entendí un par de razones por las cuales debía dejar de quejarme y por las cuales podía agradecer. Sin duda mi vaso estaba ¡MEDIO LLENO!:
  • Podía vivir en una de las mejores ciudades del mundo durante tres meses.
  • Una familia con un corazón enorme y generoso estaba cubriendo mis gastos de acomodación, transporte y alimentación. Eso no me dejaba muchos gastos extras.
  • Tenía más tiempo para hacer cosas que había querido hacer pero no había podido por falta de tiempo (como escribir un blog, ¡ja!).
  • Podía caminar durante horas sin cansarme, ya que al nivel del mar todos nos hacemos más atléticos debido a la cantidad de oxígeno a esta altura.
  • A pesar de no tener entradas fijas, como esperaba tener, tenía una mesada diaria producto de los ahorros en mi cuenta y de la generosidad de amigos y familiares que invirtieron en este sueño.
  • Tenía más tiempo para leer.
  • Mucho más tiempo para tomar cursos en línea de fotografía (Cosa que ya inicié y no puedo describir cuánto me emociona).
  • Podía asistir a los Team Night de Hillsong, los cuales me hacían babear cada vez que los veía en instagram.
  • Podía congregarme en Hillsong (iglesia que admiro profundamente desde niño) una vez a la semana y en C3 (Iglesia que generosamente me recibió durante mi tiempo en Australia).

Definitivamente nada de esto estaba en mi plan, y aunque aun hay días duros y otros que quisiera que no terminaran, solo puedo decir que aunque mi copa pareciera no rebosar, la actitud de gratitud me ha hecho ver el vaso medio lleno y agradecer cada gota contenida allí.

¿Qué gotas están en tu vaso por las cuales puedes dar gracias? 
¿Puedes dar gracias por las cosas recibidas en lugar de pelear por las que aún estás esperando?
¿Permitirías a Dios irrumpir con un rayo de esperanza tu tristeza y dolor?

Para cerrar mi primera entrada, les dejo una foto de lo que quizás es una de las mejores vistas de Sydney, que además es la vista del comedor donde puedo desayunar cada mañana (después de todo parece que mi copa sí rebosa, ¿no?).