27 de julio de 2021
Una de las tareas que menos disfruto de mi trabajo es grabar mi voz, no me malinterpreten, amo mi trabajo, pero grabar es una pelea constante en la mente, el espíritu y las emociones. Grabar es para el cantante, como el desnudarse para un paciente en un chequeo médico profundo. Es un momento donde se exponen todas las inseguridades, las falencias y la realidad de lo que sea que haya detrás de ese micrófono.
Hoy precisamente, tuve que grabar la maqueta para una nueva canción y creo que en cada frase que canté, pude escuchar la voz del desánimo y la comparación decirme porqué sería mejor que otro cantara esta canción y no yo. Demasiado agudo para ser hombre, demasiado lento en mi ejecución para ser pop, demasiado plano para que quede registrado en un disco, demasiado desafinado para ser un cantante que se supone ha estudiado por más de 15 años, demasiado... demasiado... demasiado...
Me sincero en estas letras, no para despertar su lástima o conmiserarme frente a ustedes -no lo hagan por favor- sino porque creo que hay algo que rescatar de esta lucha, que si bien es un poco menos intensa que hace un par de años, seguirá estando presente hasta cuando parta a la presencia de Dios. En mi camino al trabajo, recordé unas palabras de mi maestro de canto, en las que una a una mencionó, las que a su parecer son, las virtudes de mi voz, no pienso repetirlas porque tampoco quiero hacer un pedestal de cartón en este espacio, pero me ayudó a colocar en perspectiva mis pensamientos y darme cuenta que, aunque como mi peor crítico, no tengo lo que quisiera, he recibido mucho más por gracia de lo que merezco.
El hecho es que todo esto me hizo pensar en la importancia de reconocer la individualidad y la belleza de ser diferentes, lo que constantemente se ve empañado y vencido por el deseo de ser como otros. Es cierto, no tengo los bajos o la agilidad de muchos otros en su voz, pero Dios me ha dado otras virtudes que serán de ayuda para otros en algún momento del camino.
Parte de reconocer quiénes somos es identificar quiénes no somos y celebrarlo. Empleamos mucho tiempo del día comparándonos y contemplando idílicamente la vida de otros, pero ¿qué sucedería si invirtiéramos ese tiempo en afianzar los dones que Dios nos ha dado y crecer en la persona que Él soñó que fuéramos?.
Me encanta pensar en lo distintos que eran los 12 apóstoles y cómo a cada uno Jesús lo eligió, lo amó, lo empoderó en su diseño y nunca intentó cambiar su esencia.
¿Ya sabes quién o qué no eres? ¡Fabuloso! Una cosa menos por la cual preocuparte, ahora enfócate en la siguiente columna en donde están escritas todas las virtudes que Dios no pronuncia, sino que GRITA a tu oído cada vez que te ve.
2 Corintios 12:17-18: Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del oído? Si todo fuera oído, ¿qué sería del olfato? Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó.
Así completo el 10% de este reto de 30 días.
Henry.