procrastinar
Del lat. procrastināre.
1. tr. Diferir, aplazar.
Siendo las 3:30 am del miércoles 31 de agosto y contra todo pronóstico autoimpuesto, aquí va la octava entrada de mi blog.
Quisiera dormir, pero no puedo debido al "Jet Lag" o descompensación de horarios, que no es nada más que la fuerza de la costumbre del cuerpo para mantener los horarios de sueño a los que estaba acostumbrado. Teniendo una diferencia de 16 horas con Sydney, debo decir que dormir no está siendo nada fácil. Pero como esta entrada tiene como objetivo atacar esa quimera de la procrastinación, decidí empezar a escribir antes de comenzar a dar vueltas en la cama o colocar alguna película de la primera década del 2000 en Netflix.
Personalmente no soy amante del catálogo de Netflix, como tampoco lo soy de las frases célebres, las cadenas de powerpoint o los perfiles en redes sociales con mensajes motivacionales. Soy algún tipo de Grinch latinoamericano en lo que respecta a enunciados como "Un día sin risas, es un día perdido" o "Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios". Es decir, ¿qué esperan que uno haga después de leer esas frases?, ¿salir y conquistar el mundo?, ¿sonreírle a la vida y cantar al peor estilo de película de Disney? ¡¡¡NO!!!
¿Qué hay de esta?:
«Dentro de veinte años, estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por aquellas que sí hiciste. Así que tira abajo tus límites. Navega lejos de un puerto seguro. Atrapa los vientos alisios. Explora. Sueña. Descubre.»
Mark TwainLa primera vez que leí este fragmento sentí un odio profundo por el autor. Quise revivirlo solo para reclamarle, pedirle que se retractara de sus palabras y enterrarlo de nuevo. Era obvio que él no sabía lo que significaba para una persona como yo dejar atrás la seguridad de lo conocido y tomar riesgos.
La frase de Twain confrontó el procrastinador que había sido por décadas, el que sueña y nunca ejecuta, el que llena la bodega de provisiones pero nunca zarpa. Pensar en el Henry de 47 años frustrado por los sueños por los que no peleó y las metas por las que nunca batalló, me forzaría a tomar una decisión meses después.
Pasando por dietas de 28 días, rotas al día 26, seguido por una carrera musical inconclusa en el conservatorio de la Universidad Nacional, suscripciones de gimnasio canceladas, libros a media lectura y cientos de pequeños proyectos inconclusos, el peso de la visión de mí mismo cercano al cenit de la vida me empujó, me llevó a Australia y me trajo de vuelta.
Tuve que hacer que cada día de mi viaje valiera la pena, porque 90 días no son mucho para ser honestos. No quise llegar lleno de remordimientos y de pesares pensando en todos los "qué si hubiera hecho". En su lugar me daba coraje a mí mismo con la pregunta "¿por qué no?".
Obviamente no hice todo lo que hubiera querido hacer y claramente traigo un par de pesares en mi espalda por oportunidades que dejé pasar, pero debo decir que nunca en mi vida había tomado tantos riesgos en tan poco tiempo y el resultado no me puede ser más gratificante para mi espíritu.
Creo que somos procrastinadores expertos por una razón y es que creemos que somos dueños de nuestros días en la tierra y que lo que no hagamos hoy, lo podremos terminar mañana. Yo sabía que mi viaje tenía un fin y por eso no pude darme el lujo de abandonar mis metas pues el reloj de arena estaba empujando con fuerza mis últimos segundos.
Me pregunto qué pasaría si viviéramos la vida conscientes de ese sentido de urgencia, reconociendo que no tenemos control de nuestros días y que quizás, solo quizás tenemos menos de 90 días para hacer algo con nuestros sueños. Querido lector, si no lo sabía, todos estamos condenados a morir, y de hecho mientras lee este blog, así como yo mientras lo escribo, ambos estamos muriendo poco a poco (No estoy lanzando algún tipo de maldición o deseando que alguien muera, solo hablo de un hecho biológico que damos por sentado).
La cuenta regresiva ya empezó...
Este no es un llamado a la insurgencia o a la rebeldía. No hablo de gritar jefes, quemar edificios, asaltar bancos o cualquier acto vandálico que aparezca en las imaginativas mentes de algunos lectores. Hablo de esos sueños que plantados en el corazón, no fueron regados con pequeños actos de fe y se secaron junto con nuestra esperanza.
Seguro al leer estas líneas una larga lista de metas por alcanzar comienza a aparecer, pero no se abrumen. El viaje más largo comienza con un solo paso. Den pequeños pasos y dejen que esas acciones alimenten sus sueños: Bajar de peso, pedir perdón, empacar maletas, decirle a alguien que lo aman, empezar ese ahorro, hacer un presupuesto, tocar un instrumento, enviar esa carta escrita hace meses, enviar esa hoja de vida, abrir esa bodega llena de desorden esperando por ser limpiada, acabar ese libro, lanzarse en paracaídas, sacar el pasaporte...
Finalmente, ¿Qué es lo peor que puede pasar?