viernes, 30 de septiembre de 2016

ESTABAN TODOS JUNTOS EN UN MISMO LUGAR

Esta entrada tiene que ver con el plebiscito, mas no busca generar ningún tipo de influencia en el voto del lector. Lo que sí, es que viene cargado de bastantes versículos bíblicos y una opinión -la mía- para la iglesia cristiana de Colombia, sin embargo, si no es parte de una iglesia, siéntase bienvenido a leer.

Hechos 2 es quizás una de las historias más emocionantes y poderosas del nuevo testamento, después de la muerte y resurrección de Jesús. Es un relato poderoso acerca de la visitación del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que levantó al Mesías muerto del infierno y lo coronó victorioso sobre el enemigo.

Pareciera que hay una condición para esta anhelada visitación:


Hechos 2Reina-Valera 1960 (RVR1960)

La venida del Espíritu Santo

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

Estaban TODOS unánimes y juntos.
¿Por qué colocarían palabras tan similares en una misma oración? Creo que es evidente y es porque podemos estar juntos pero no unidos, así como podríamos estar unidos pero no juntos.

No es secreto para nadie que hay personas difíciles de amar, entender e incluso perdonar; pues estoy seguro que esta era la realidad de los discípulos en esa habitación de Hechos 2. De seguro había desacuerdos, diferentes puntos de vista sobre la decisiones que debían tomar, recuerdos con sabor a lágrimas, desilusiones... y todas las emociones humanas posibles. Algo muy parecido a Colombia por los últimos días con todo esto del plebiscito y el voto del 2 de octubre. Pero estos caudillos hebreos de antaño, decidieron permanecer juntos a pesar de ellos mismos, para recibir Su promesa.

Dejemos este punto en "Stand-By" por un momento y vayamos juntos a  Zacarías 9 y Mateo 21:

El rey de Sión

 ¡Alégrate mucho, hija de Sión!
    ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén!
Mira, tu rey viene hacia ti,
 justo, salvador y humilde.
Viene montado en un asno,

    en un pollino, cría de asna.

Jesús entra en Jerusalén

Llevaron la burra y el burrito, y pusieron sus mantos sobre ellos. Jesús se montó y fue hacia Jerusalén.
Muchas personas empezaron a extender sus mantos en el camino por donde iba a pasar Jesús. Otros cortaron ramas de árboles y también las pusieron como alfombra en el suelo. Y toda la gente, tanto la que iba delante de él como la que iba detrás, gritaba:
«¡Sálvanos, Mesías nuestro!
¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios!
Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo!»

El pueblo de Israel esperaba un libertador del imperio romano. Algo como un Simón Bolivar, un Obi-Wan Kenobi e incluso un Arnold Schwarzenegger, montado en un caballo blanco desenvainando una espada de oro purificado siete veces en el crisol, perfectamente afilada y con un grabado hebreo que dijera: "Príncipe de guerra".

Pero contrario a sus expectativas no vieron nada más que un "simple carpintero" montado en un pobre burro, como lo había profetizado Zacarías años atrás.

Si se han preguntado como yo el porqué de este acontecimiento es muy sencillo: ¡Jesús es el Principe de Paz! Su ejercito no es de este mundo, ni sus armas estás hechas de metal.

Uniendo los dos puntos anteriores, creo que la única esperanza que tenemos como país y en general como planeta está en colocar nuestros ojos en la persona correcta. La paz tiene nombre y camina con agujeros en sus manos y pies lacerados a causa de nuestra rebelión.

Entiendo que votar SÍ o NO es un tema importante y créanme que como ciudadano colombiano, estoy interesado en votar sabiamente, pero más que un tarjetón lo que nuestro país necesita está lejos del odio y la división de la que hemos sido presas desde hace cientos de años. 

Sucesos como la patria boba, la colonia interior e incluso la independencia del Reino Español han sido motivadas y permeadas por un odio irracional que solo ha bañado de sangre la fértil y verde tierra de Colombia.

La condición para tener una visitación eterna y ver el poder del Espíritu Santo, el Espíritu del Príncipe de Paz, es estar unidos y juntos.

La Biblia dice que los días son malos y estoy de acuerdo en que como iglesia generemos un precedente en las mesas de votación, pero más importante que esto, es mantener la unidad, y si no existiera, crearla. Solo de esa manera el perfecto vendrá a este país que tiene tanta sed de la verdadera paz.

Por eso si alguien votara sí o votara no, mi decisión es no pelear por ello, evitando dejar entrar el desmembramiento al cuerpo de Cristo.

La paz no se hace en la Habana, en Cartagena o en el Caguán, la paz la hacemos cada uno de nosotros con nuestras acciones y decisiones. Por eso si vota NO, no se sienta mejor que otros o en la posición correcta y si vota SÍ, no crea que quienes no comparten su posición son retrógradas o "intolerantes".


...estaban todos unánimes juntos.


lunes, 19 de septiembre de 2016

PERDER PARA GANAR

-¡138 kilos!
- Y... ¿eso es mucho?
- Señor, en ese peso usted se denomina como 'obeso mórbido' y podría sufrir de un paro cardiaco o morir de asfixia un día mientras duerme.

Esta fue la conversación que sostuve con un médico general en el año 2011, cuando llegué al momento más hondo y determinante en el proceso de perder peso.

Para ser honesto no fue la advertencia de muerte la que me hizo pensar en cambiar mis hábitos; tampoco lo fue mi imagen, porque aunque sufría comprando ropa, aun conseguía jeans talla 42 y chaquetas de cuero sobredimensionadas.

Solo hubo una idea, que al mejor estilo de "Inception", se grabó en mi mente y comenzó a regir el curso de las cucharas que ponía en mi boca y las decisiones que tomaba para hacerme más saludable: ¿Cómo voy a enseñarle a mis hijos a montar bicicleta?. La idea del Henry de más de 138 kg, sufriendo de asfixia, con problemas en sus extremidades, intentando correr detrás de niños de 4 ó 5 años, que quizás se avergonzaban de su papá delante de sus amigos del conjunto y colegio, se convirtió en una pesadilla que no quería vivir.

Hoy, 5 años después de ese primer choque con la idea de mis hijos -quienes aun no existen pero a quienes agradezco su amor y motivación para transformar mi vida- con 37 kilos menos y a solo unos pocos meses de pesar solo dos dígitos (evento que no sucede desde el último eclipse total de sol) debo decir que creo que hay algo qué compartir de esta historia madurada ya por media década.

No espero convertirme en el nuevo "Entrenador José" o en algún tipo de gurú de la perdida de peso, no es necesario que me llamen "HenryFitness" o que abra una cuenta en Instagram mostrando las cosas que como y cómo convierto un pancake en una plasta de avena, salvado y stevia; en primer lugar porque no considero haber ganado esta batalla aun y en segundo lugar porque sería un total fraude haciéndolo. Lo que he aprendido a través de este proceso está más ligado al plano emocional y espiritual que al físico y se resume en la siguiente frase: En la vida hay que perder para ganar.

Recuerdo que lo primero de lo que tuve que perder, fue de la idea que ser grande (o extra-extra-grande) me iba a mantener protegido del abuso de otros. Y es que estar frente a una masa de 138 kilos con 1,83 metros de altura de alguna manera intimida. Nunca fue una idea de la que estuviera consciente, pero siempre estuvo presente en cada comida.

En el aspecto físico tuve que abandonar las porciones desmedidas, que más que llenar el estómago, buscaban llenar un alma vacía. Un muy buen amigo, Alex Torres, quien siempre se preocupó por mi peso, me pedía que le enviara fotos de cada uno de mis "golpes" del día. Haciendo esto me di cuenta que los platos fácilmente se podían sustituir por llantas abiertas a la mitad, como en las que comen los animales de granja... ¡Vivía para comer y no comía para vivir!

Tuve que cambiar horas de sueño o televisión, por horas de actividad física -disciplina con la cual sigo batallando y en la cual debo confesar que no he sido muy constante.

El punto de todo esto es que durante casi 20 años viví aferrado a un estilo de vida cómodo, que me proporcionaba bienestar temporal pero que me estaba destruyendo.

Sé que hay lectores con abdominales perfectos, cuerpos esculturales y rutinas de ejercicio sin igual. Pero esta entrada no habla de peso o figura, esta entrada habla de las cosas a las que nos hemos abrazado tan fuerte que ya es difícil desarraigar de nosotros mismos porque no sabemos qué les pertenece a ellas y qué nos pertenece a nosotros. 

Nos rehusamos a cambiar (o al menos yo lo hago) porque nos asusta soltar lo bueno, para recibir lo mejor. Repudiamos la idea de dejar ir los logros del pasado, porque no creemos que haya algo más grande para nosotros en el futuro.
Si algo he tenido que aprender en los últimos años es que el cambio hace parte de la vida y que si bien es doloroso, también es necesario.

Sé que el 2016 parece ser el año del cambio para muchos de nosotros, y escuchar un sinfín de personas sufriendo con el cambio me inspiró a escribir en mi día de descanso.

Eclesiastés 11:1: Reina-Valera 1960 (RVR1960)

Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.*

*Uso un versículo con comida, por aquello de la historia del peso, ¡ja!.

El pan es el símbolo del sustento, de lo conocido y de lo que se ha conquistado con esfuerzo. 
En muchas ocasiones Dios nos pedirá que lo lancemos a las aguas como un acto de fe, dejando ir todo aquello que nos es familiar y que nos proporciona comodidad, sustento y estatus, para hallar un día que realmente no hemos perdido nada y que hemos ganado mucho más de lo que abandonamos como al niño Moisés.

Con Dios es una simple ley de siembra y cosecha: Entierro algo para que muera, a cambio recibo una cosecha abundante de lo que coloqué en el suelo oscuro y terroso: Pierdo, para ganar.

El grupo que creaste con esfuerzo, lágrimas y dedicación. Tarjetas con plastificado mate que enmarcan de manera hermosa tu nombre y tu alta posición en esa compañía de la que ya no eres parte. Títulos universitarios. Milagros que Dios ejecutó a través tuyo hace un par de años. La amistad que sostuviste con esa persona importante. El amor que pudo ser y nunca fue. Los recortes de revista del matrimonio que esperabas tener. Las comidas sabrosas y las interminables horas de ocio... PIÉRDELO, SIÉMBRALO, ENTIÉRRALO, sabiendo que la mano de Dios lo hará florecer un d ía, no de la manera que esperas, sino de la forma que Él sabe que será mejor para ti.

¡Lo mejor de nuestras vidas no está detrás nuestro, está por delante!

Tienes mucho más dentro de ti por descubrir, talentos sin explorar, enfermos por sanar, viajes qué planear, nuevos trabajos por hacer...

Aquí una muestra de lo que Dios puede hacer al dejar el pan sobre las aguas:

Henry de 133 Kg (Ya había perdido 5 kg) (Chequen el minuto 1:40)

Por último quiero agradecer a las personas que han leído este blog ya casi 45.000 veces, que lo han compartido y comentado y a quienes me han escrito animándome a seguir adelante.

lunes, 5 de septiembre de 2016

"TE QUIERO CON AMOR SINCERO"

Una de las mayores hecatombes del año pasado ocurrió cuando tuve que renovar mi pasaporte. Fue una catástrofe para mi orgullo y mis recuerdos; todos los sellos que había acumulado a lo largo de 7 años de viajes, se iban a la basura y nunca más nadie los volvería a ver, hasta nostalgia sentí de enterrar a mi fiel compañero de camino.


No sé si para alguien más sellar su pasaporte tanto como fuera posible fue una meta a los 19 años, pero para mí lo era. Tenía sellos de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Australia, no muchos comparado con ustedes queridos lectores, pero muchos para mi registro personal. Cada sello representaba una pequeña victoria, personas que conocí y que se habían convertido en familia, comidas, olores atípicos y nuevas experiencias.


La verdad es que mis viajes no fueron siempre en avión y mucho menos internacionales, de hecho la mayoría fueron a melgar y en un carro lleno de primos, maletas y flotadores. Siempre con un particular olor a achira y bloqueador, acompañado por el sonido de las "chaquiras" en el pelo de mis hermanas y el cassette de Marbelle. "Te quiero con amor sincero" es una de esas canciones que escuché por lo menos 1000 veces y que me sé de memoria. Lo sé, no me juzguen.


Esta canción hablaba del significado del amor y de como una mujer se siente completa al estar con un hombre. Me pregunto si este es el verdadero significado de un "amor sincero".


No soy un experto en el amor y mi plan no es definir lo que "amor" significa. La literatura universal ya está llena de opiniones al respecto; lo único que quiero hacer a través de esta entrada es ejemplificar lo que desde mi punto de vista es un amor sincero, más allá de las canciones de la Beyoncé Colombiana.

Lo primero que viene a mi mente cristiana al escuchar la palabra amor es 1 Corintios 13. Esta porción escrita por el apóstol Pablo, machacada en cuanto matrimonio evangélico ha existido se ha hecho profunda en mi entendimiento y ha tomado un valor fuera del cliché:

El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgullosoni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.

Lo primero es que esta porción no habla solo del amor entre esposos, habla del amor como una condición humana y del deseo de Dios de que amemos de la manera correcta.

Leyendo y re-leyendo estos versículos pareciera imposible poder amar de la forma que Dios nos pide que lo hagamos. Se hace desalentador y frustrante.

Muchos pensamos "No soy lo suficientemente paciente", "tiendo a darme por vencido con facilidad", "he perdido la fe en las personas", "llevo sin falta un récord de las ofensas recibidas (hasta con fecha, número y hora de radicado)".

Pues bien, Dios sabía que ninguno de nosotros podríamos amar de esta manera, y es por eso que envió a Jesús siendo 100% hombre y 100% Dios a amarnos, para abrir un camino para cada hijo, creyente y lector. Recordemos que Dios no es el Dios de nuestro don, sino el Dios de nuestro error y que él se hace fuerte donde somos débiles.

De hecho, la Biblia habla de un amor exuberante, que no solo se hace hombre (misterio que jamás entenderemos), sino que decide morir de una manera humillante, dolorosa y deshonrosa. Este es un amor sin reservas, en donde no se espera una "cuota inicial" para entonces comenzar a amar.

Este tipo de amor se contrasta con el amor que el mundo refleja: un amor medido y cauteloso, que da con condición y siempre midiendo el costo. No hay mejor ejemplo de esto que la afirmación de Judas, el traidor, al ver a María derramar un costoso frasco de alabastro a los pies de Jesús en Juan 12:

 «Ese perfume valía el salario de un año. Hubiera sido mejor venderlo para dar el dinero a los pobres». 

Judas, tan odiado y juzgado, representa nuestra humanidad y la respuesta que más de uno de nosotros hubiera dado al Maestro: ¿No es ese amor muy costoso?.

Mucho hemos sido heridos, señalados, juzgados y hasta calumniados, pero también Jesús lo fue y esto no le impidió amar sin reservas. Ese, para mí, es el verdadero significado de un amor sincero.

¿Fácil?: Jamás. ¿Imposible?: Tampoco.

No medir el costo significa dejar de ser selectivos, clasistas o racistas (que entre otras cosas es uno de los pensamientos más ridículos del mundo actual), significa bendecir con palabras de afirmación a quién nunca nos ha dado nada, cambiar la cultura de la ciudad con actos de bondad, dar regalos solo por el placer de ver a otros felices, no pelear siempre por nuestra opinión,  darle la razón a otros, ver el potencial en las personas y no lo que les falta...

En cuestiones del amor nada está escrito, pero mi resolución -con la que lucho a diario, porque no es fácil- es amar sin medir el costo, dar como si nunca me hubieran quitado, cubrir la falta de otros como si nunca me hubieran juzgado, perdonar como si no me hubieran herido y amar como Jesús lo hizo: Sin condiciones.