Mateo 18 narra la historia de unos discípulos sedientos por saber quién tendrá la posición más alta en el reino de los cielos. Su sed es confrontada con la enseñanza de su Maestro, quien responde: "Cualquiera que se hace simple y elemental de nuevo, como este niño, será el mayor en el reino de los cielos"
Nada se aparta más de la definición de una vida adulta que las palabras "simple" o "elemental". De hecho últimamente he tenido una infinidad de diálogos internos, tan complejos y extenuantes emocional y físicamente que agotarían al más fuerte de los atletas. Pensamientos, suposiciones y reconstrucciones mentales de ideas repitiéndose en mi cabeza sobre las cosas que pude haber hecho y no hice o sobre situaciones sin resolver que demandan una solución urgente.
Al igual que los discípulos, me he preocupado por títulos de importancia, la aceptación de otros hacía mí y la aprobación de los ojos que me miran. He llegado a tener miedo de compartir este blog o cualquier otro tipo de opinión en redes sociales por el solo hecho de pensar que alguien me condenara con su rechazo, o peor aun con su silencio.
Complejo. Confuso. Difícil. Complicado. Enredado. Perturbante. Engorroso. Nunca simple. Nunca sencillo.
En medio del cansancio de esta vida adulta y de un año, que pareció más una década de experiencias, Mateo 18 llega como oasis en medio del desierto.
Pero... ¿qué significa ser simple y elemental?
Pensemos por un momento en todos los hechos que un niño -en un contexto normal- puede llegar a desconocer: el dolor, la ira, la soledad, la venganza, la maldad, la competencia, la necesidad de ser aprobado por otros, el actuar por conveniencia, el tener que mostrarse con máscaras para no ser repudiado por sus iguales... Todos, mundos adultos inexistentes en el universo infantil.
Imaginen tener una mirada indiferente a la maldad, que elimina todo filtro de dolor que tergiversa y corrompe la realidad y permite acercarse a Dios como lo hace un niño con su papá, aun a pesar de sus fallas. Imaginen vivir esta vida simple y elemental que nos dé acceso directo a la eternidad del reino de los cielos -que como ya lo he dicho en entradas anteriores- no se trata de un momento o un lugar, sino de la misma persona de Jesús.
Si tan solo pudiéramos obviar esos pensamientos de derrota acerca de nosotros mismos, esa necesidad absurda de ser calificados por otros y las mentiras acerca de Dios; si tan solo pudiéramos callar esa voz de la astucia que nos dice lo que debemos hacer para encajar en un mundo que se cae a pedazos y sanáramos la angustia en nuestros corazones y con ella el laberinto que nos roba la paz, estoy seguro que encontraríamos nuestra recompensa eterna aquí y ahora.
Esta es una invitación a que vivamos como niños, sin contar los días que quedaron atrás, mirando hacia adelante sabiendo que todo nuestro tormento quedó en una cruz.
Vivamos simples y elementales, después de todo ¿qué podremos llevarnos después de dar nuestro último respiro?.
[Escribiendo acerca de niños, invito a cada lector a tomar un par de segundos para orar por los niños de nuestro país, quienes siguen siendo blanco fácil de abusadores, asesinos y del silencio sepulcral que los mata de hambre en la Guajira. También por los niños que son víctimas del conflicto en Siria y en el mundo. Aquí dejo un link para quienes quieren y pueden convertir sus oraciones en acciones: https://www.worldvision.co/]