sábado, 22 de octubre de 2016

SI ES AMOR... DÉJALO IR

En Twitter existe un hashtag bastante famoso: "#DéjalaIr". 

Este funciona como una burla constante a lo que las personas consideran como intolerable en una relación y enmarca los motivos por los cuales jamás se estaría con alguien. Por ejemplo: "Si escribe: Oyes, usted me gustas... #DéjalaIr" (Gracias a Dios mi Tuti tiene una redacción y una ortografía impecables).

Hace unos años me uní con algunos de estos pensamiento al hashtag y para ser honesto lo disfruté y me pareció bastante gracioso, pero hay una combinación que jamás pensé escribir con ese tan jocoso "déjala ir" -ya que hoy después de reunirme con dos personas a quienes descubrí que amo entrañablemente, pero con quienes por diferentes razones y malentendidos terminamos distanciándonos al punto de parecer perfectos desconocidos- hoy debo hacer y es: SI ES AMOR... DÉJALO IR.

Los eventos que pueden llevar a que una relación se erosione, resquebraje y finalmente se rompa son muchos. Pero quizás la más relevante es aquella circunstancia que nunca ocurrió realmente, la que solo sucedió en la mente y la que se repite una y otra vez sin descanso: la suposición.

Después de una charla de casi dos horas acompañada de café, helado y un par de lágrimas solo podía pensar en todo el daño que puede causar un pensamiento suelto, haciendo de las suyas en una mente creativa como la mía... y como la de cada lector.

Suposiciones sobre los motivos que nos movieron a actuar o a esperar, conjeturas sobre el corazón detrás de una palabra o un silencio, mentiras sobre el pasado que siempre terminarán frenando el futuro.

Aunque lo más fácil en estos casos es dar un paso atrás, olvidar lo ocurrido, enterrar la relación por siempre y darle descanso eterno, lo más fácil regularmente no conjuga con lo que es correcto. Por eso cuando se trata de un amor genuino solo se puede dejar ir.

No hablo de dejar ir las personas (aunque a veces así lo quisiera), hablo de dejar ir lo que intoxica y envenena el corazón. Por eso, si es amor:

Al odio... déjalo ir.
Al rencor... déjalo ir.
A las mentiras... déjalas ir.
Al silencio... déjalo ir.
A la ofensa... déjala ir.
Al dolor... déjalo ir.
Al deseo de venganza... déjalo ir.
Al orgullo... déjalo ir.
A los recuerdos recurrentes... déjalos ir.
A las expectativas que orbitan en el tercer cielo... déjalas ir.
Al tiempo perdido... déjalo ir.

Dejar ir es un acto de amor verdadero y más noble que cualquier otra acción en la resolución de un conflicto.

En mi situación particular he resuelto dejar ir un año de equivocaciones bilaterales y tergiversaciones fruto de la exageración. Solo de esa manera puede resucitar lo que está muerto y reverdecer lo que se secó.

Si lo tuyo es amor... ¿qué tienes que dejar ir?

jueves, 13 de octubre de 2016

"SOY YO"

Como seres humanos tenemos esta absurda obsesión por medir todo (y a todos).
Nos atrapa y controla la idea de conocer distancias, alturas, profundidades y convertir todo lo que nos es extraño en cifras, porcentajes y lenguajes conocidos para nuestro limitado intelecto.

Ante el estado no tengo historia, familia, nombre o futuro, soy solo uno más de la generación a quienes su número de cédula les fue dado con el prefijo 1019, en el colegio siempre fui el número 12 del salón, en la universidad era 415641, siempre fui el número 27 de 27 en la clase de deportes y sigo siendo el  "gordito de Su Presencia" -en medida de peso.

Siendo honesto, ultimamente he sentido el lastre de esas medidas sobre mis propios hombros y cada número puesto sobre mí se ha convertido en toneladas de frustración.

Talla 36 en pantalón y no 30 en cintura como manda el "status quo", levantar solo 15 libras en el gimnasio cuando todos levantan de 45 libras en adelante, tener 27 años y seguir pesando 3 dígitos a pesar de todos los esfuerzos posibles por no estar en ese lugar, tener que esperar 12 meses para casarme y no 4 como todos quisieran, tener una proyección de vida eclesiástica por debajo de lo que se consideraría "exitoso" en el mundo laboral en una medida que no sé quién definió, pero pareciera ser más importante que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tener X cantidad de seguidores en redes sociales y amigos en Facebook...

He llegado a la conclusión que vivir una vida dirigida por números y no por un llamado mayor es frustrante, desgastante y absolutamente deprimente. Los números fueron creados para servirnos y trabajar en función de nuestras necesidades y no para hacernos esclavos modernos, corriendo tras el aire y construyendo castillos de naipes.

No sé si estoy solo en esta lucha, pero si alguien más estuviera allí, solo puedo decir: SOMOS MÁS QUE NÚMEROS. A la pregunta: ¿Quién eres? Solo puedo decir: Soy yo... con mis números y mis espacios vacíos.

Sé que el primer enemigo a derrotar en esta carrera de ratas, soy yo mismo en mi vicio de compararme y ver siempre el verde prado de la vida de mi prójimo. También sé que se necesita determinación y tesón para emanciparse de la trampa de los números y entender que cada persona es tan singular y única que jamás podrá ser comprendida o resumida en un compendio.

La experiencia me ha hecho entender un poco más que los números no lo son todo y que nuestra naturaleza creada a imagen y semejanza de Dios es eterna y no debería ser contenida por ninguna combinación de dígitos humanos. Tanto conocimiento de la realidad humana, hace ignorantes de la abundancia y el infinito poder de Dios,

Dios no piensa en nuestras limitadas 3 dimensiones. Él lo hace en 4, 5, 6, 7...

En lo que a mí respecta, quiero poder vivir una vida como la que describe Pablo en Efesios 3, una que sin comprender o medir, se abandona en el poder del Dios que dice "Yo Soy":



Efesios 3:18-20Nueva Traducción Viviente (NTV)

18 Espero que puedan comprender, como corresponde a todo el pueblo de Dios, cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es su amor. 19 Es mi deseo que experimenten el amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios.
20 Y ahora, que toda la gloria sea para Dios, quien puede lograr mucho más de lo que pudiéramos pedir o incluso imaginar mediante su gran poder, que actúa en nosotros.