RETO 30 DÍAS - DÍA 21

 14 de agosto de 2021

Mi entrada de hoy será sumamente corta. Solo quiero expresar mi profunda gratitud hacia Dios por la esposa que me dio. La pandemia no solo que me agarró casado, sino muy bien casado. Tengo la fortuna de tener a mi lado una mujer paciente, amorosa, sensible, fuerte, decidida, amante de la presencia de Dios y su palabra, sabia, curiosa, llena de gracia, pacificadora, soñadora, enamorada acérrima de la repostería, una estudiante incansable, una cantante excepcional, una adoradora en espíritu y verdad, un mujer hermosa por dentro y por fuera, la dueña del afro más espectacular del mundo... entre millones de atributos más.

Comparto esto, porque sé que hay muchos matrimonios ahí afuera agobiados por la rutina y las cargas diarias... y el de hoy es un llamado a recordar que lo único que tenemos después de Dios es a nuestra pareja. Los hijos un día se irán de casa, los amigos cambian según las temporadas de la vida, los trabajos vienen y van, los jefes despiden empleados... lo que me ha llevado a concluir que no hay ninguna herida o ambición personal que valga tanto como para sacrificar la mejor parte de nuestra vida.

Hombres tenemos el reto de amar a nuestras esposas como Cristo amó la iglesia: hasta la muerte. Mujeres no permitan que el desinterés y la costumbre apague la llama de amor y admiración por su esposo. Hagan tiempo en sus agendas para no solo ser inquilinos en una misma casa, sino para ser esposos, tomarse de la mano, hablar, discutir temas profundos y complejos, caminar juntos, tener intimidad, salir a comer, vestirse el uno para el otro, llorar si es necesario y hacerse vulnerables.

1 Corintios 13:8: El amor nunca deja de ser

Henry,